¡QUÉ PRESIDENTE SE PERDIÓ BRASIL!

Los testimonios son concluyentes: Imola privó al país hermano de un enorme estadista.

Supongamos, por un instante, que Ayrton Senna emerge -31 años atrás, shockeado pero ileso- del habitáculo de su maltrecho Williams FW16. Es un instante glorioso y la historia cambia.

Senna conquista como imaginaba el título mundial de 1994, derrotando a Michael Schumacher –si casi lo hace Damon Hill, ¡cómo no iba a hacerlo el propio Ayrton!- y con el FW17 de 1995, el mejor coche de la F-1 de aquel año, el paulista no tiene problemas en alcanzar su quinto título mundial.

Entonces, cumple su promesa: alcanzar la marca de Juan Manuel Fangio y retirarse. (Si es posible pedirle un favor más a la imaginación, supongamos que el Chueco vive un año más, lo ve a Ayrton igualar su marca y un mes más tarde lo recibe en su casona de Palermo… En fin. La vida es sueño, Calderón de la Barca).

Alejado de las pistas, Ayrton vuelve a radicarse a Brasil para dedicarse a su fundación y al tema que lo obsesiona: la situación social en su país. Casi fines de los ’90, Fernando-Henrique Cardoso va por su segundo mandato. Ayrton consolida sus negocios, hace crecer a su fundación, se casa finalmente con Adriane Galisteu pese a la oposición de su familia. Es, por lejos, el personaje más popular de su país.

Luis Inacio Lula Da Silva gana las elecciones en 2000 y se vuelve presidente. Cumple su programa Fome Cero y es reelegido. Ayrton coquetea con el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), con el que más o menos se identifica, y que por el momento no es competencia para el Partido de los Trabalhadores (PT).

Es el primero en consolar a Felipe Massa luego de que su compatriota pierda el título mundial en Interlagos, después de haber ganado el GP de Brasil, en 2008. Junto a su antiguo archirrival y ahora gran amigo Alain Prost, asesoran a la Grand Prix Drivers Association (GPDA) y, por supuesto, por un pedido de Lula –entre los Da Silva se entienden bien-, se involucra con la organización del Mundial FIFA 2014, mientras ayuda a su sobrino Bruno, el hijo de su hermana Viviane, a desembarcar en la Fórmula 1.

Pero luego del escándalo que rodea a la presidencia de Dilma Rousseff y sin un candidato evidente, el PSDB postula a Ayrton Senna, que ya tiene 58 años, a la presidencia de Brasil. Sus rivales son el ex capitán del ejército Jair Bolsonaro, por el Partido Social Liberal, y el economista Fernando Haddad, por el PT. No hay equivalencias. En octubre de 2018, el ídolo de Brasil arrasa en las elecciones con casi el 60 por ciento de los votos.

Y en su presidencia, en la que tiene que lidiar con el Covid-19, muestra sus enormes dotes de estadista y traduce su mensaje contra la desigualdad social en realidad. Va a renovar su mandato en 2022.

Y en este mismo momento tendríamos a Ayrton Senna presidente de Brasil, en lugar de llorarlo como cada 1º de Mayo.

¿Pura ficción? No tanto.

Su gran amigo en la F-1, el austríaco Gerhard Berger, el día en que Ayrton habría cumplido 60 años dijo: “Habría sido el presidente de Brasil. Siempre tenía un ojo puesto en la política y, por sobre todo, poseía las destrezas necesarias para llevar adelante la tarea”.

En 2014, veinte años después de Imola, Frank Williams, el último Team Principal de Senna, opinó lo mismo. “Le costaba confiar en la gente inicialmente, pero cuando te ganabas su confianza, te lo hacía saber. Era un tipo muy inteligente, que habría sido un empresario muy astuto, inclusive habría alcanzado el más alto status político en su país. Con su personalidad, podía persuadir a la gente de hacer cosas que jamás habrían soñado hacer”.

El belga Thierry Boutsen, que en 1990 le ganó una carrera increíble en Hungría, está de acuerdo. “Éramos muy amigos, pasábamos juntos algunas vacaciones y volábamos juntos a los tests o a las carreras. Era inteligente, rápido y podía ganar un Grand Prix con un auto inferior. Siempre le daba el 100 por ciento de sí mismo a cada cosa que hacía. En automovilismo, pero también en la vida. Estaba lleno de planes para su futuro, incluida la política. Era un ídolo para mucha gente, hubiera sido muy fácilmente presidente, tan grande era”.

Para Adrian Newey, el diseñador de aquel trágico FW16, “si Senna estuviera vivo, sería presidente (de Brasil), según confió en su autobiografía, publicada en 2017.

¿Pura ficción? Para nada.

Son pruebas suficientes como para poder argumentar: ¡qué presidente se perdió Brasil!

Pero hace 31 años que nada lo separa del amor de Dios.