¡Con la muerte como aliada!

Alguna vez, al lombardo Arturo Merzario no le alcanzaba el dinero para participar en el Gran Premio de su país, pero casi sobre la hora del comienzo de la actividad recibió un apoyo económico que rompió todos los lineamientos lógicos de lo establecido en cuanto a publicidad en la competición.

Si hubo un grupo de corredores que supieron ganarse la simpatía del público a través de los tiempos, difícilmente alguien pueda decir que el italiano Arturo Francesco Merzario haya estado fuera del mismo. Carismático, conversador y siempre presto para los requerimientos de la prensa y del público, su imagen con el característico sombrero de cowboy -del que rara vez se desprendía- siempre supo ganar la atención del paddock. Aún así, en varias oportunidades no las tuvo todas de su lado a la hora de juntar el presupuesto para participar en la Fórmula 1,
su gran pasión desde que tuvo uso de razón.

Una de esas ocasiones fue en la semana previa al GP de Italia de 1979. Con un auto de su construcción (el Merzario A4), había intentado sin éxito clasificarse en siete carreras consecutivas. Al llegar la fecha de Monza, quería hacer un nuevo intento, aunque la parte económica ya no se condecía con sus intenciones de continuar. Pero desde donde menos lo esperaba, llegó un paliativo, al encontrarse en el circuito mismo con Mario Sciannameo, dueño de La Varesina Sofam, una empresa de pompas fúnebres creada 18 años atrás por Mario Bracco en la región de Lombardía. Tan fanático de la F1 como el propio Merzario, el empresario dijo que de mil amores hubiese ayudado a Arturo, pero que no contaba con tanto dinero como requería entonces un apoyo para la máxima categoría.

Austero y sabedor de que toda ayuda era bienvenida, el piloto le preguntó a Sciannameo de cuánta plata disponía. “Puedo acercarte diez millones de liras”, le dijo. Merzario no lo dudó, aceptó ese dinero y aunque con eso no cubría todos los gastos, le dijo: “Mañana todo el mundo verá la cruz de tu empresa en mi coche”. Así fue, porque aunque una vez más la endeble máquina no pasó el corte clasificatorio para tomar parte de la grilla, tanto el viernes como el sábado cientos de cámaras de fotógrafos de todo el mundo le apuntaron al alerón trasero con la inscripción “La Varesina Sofam” para inmortalizar la que quizá haya sido hasta hoy la más insólita publicidad en un auto de carreras.

Debido a que esa imagen dio la vuelta al planeta y causó estupor (y hasta supersticiones mal entendidas…) en varias personas, la casa velatoria cobró una inusitada popularidad, lo que hizo que el vínculo entre Merzario y su ocasional benefactor se prolongara en el tiempo. Al punto tal que Sciannameo continuó apoyando la campaña del competidor fuera de la F1, si bien lo hizo desde un nuevo emprendimiento, ya que posteriormente tuvo a su cargo una empresa de montacargas. Lo que quedó para la historia, fue la respuesta que el “cowboy” le dio ese fin de semana a un periodista, quien le hizo notar que además de la publicidad funeraria también tenía la de una conocida tabacalera: “Es verdad, promociono lo que puede matarte, pero no te abandono. También promociono quien puede trasladarte a tu nuevo sitio”.