Uno de los sueños anhelados por cualquier piloto es retirarse cuando aún deportivamente se siente en la cúspide de su campaña e intuye que le queda más por dar; es decir, cuando lo hace en plenitud, consciente de que fue él quien eligió decir adiós y no cómo habitualmente se expresa (de modo más bien despectivo) que “el automovilismo lo retiró a él”. El caso más cercano, sin dudas, es el del alemán Nico Rosberg, quien tras conseguir finalmente el título mundial en 2016 después de una pelea casi fratricida contra su coequipier en Mercedes, nada menos que el inglés Lewis Hamilton, dio las hurras sorpresivamente a las pocas horas de su consagración. Algo similar había ocurrido con Alain Prost, retirado también como monarca con su Williams a finales de 1993.
Ahora bien, una cosa es irse de la F1 como campeón entrante y otra bien distinta es ganar la última carrera como piloto activo, algo que en los casos mencionados de Rosberg y de Prost no sucedió de ese modo. Aunque parezca algo más común de lo que en realidad lo es, apenas dos competidores vencieron en su Gran Premio póstumo y, por desgracia del destino, no porque ese día hubieran decidido retirarse ni mucho menos, sino porque la muerte tenía otros planes. Se trata del italiano Luigi Fagioli y del escocés Jim Clark.
El 1° de julio de 1951, Fagioli, a bordo de un Alfa Romeo (foto), máquina con la que realizó toda su corta campaña en la F1, se impuso en pareja con Juan Manuel Fangio en el GP de Francia desarrollado en Reims, después de haber logrado varios podios en la temporada anterior. Esta vez, el abandono del balcarceño fue una bendición para él, ya que el director del equipo obligó a Fagioli (que marchaba 4°) a detenerse y cederle su máquina al “Chueco”; éste, a puro talento, lo llevó al primer puesto, ganó y, como se estilaba entonces, ambos fueron declarados vencedores y se repartieron los puntos. Fagioli no volvería a correr en la F1. Mientras esperaba retornar a la “máxima” en el ’52, participó en una carrera de autos sport en Mónaco, donde se accidentó mortalmente.
Clark, por su parte, tuvo idéntico destino: ganó la apertura del Mundial ’68 en Sudáfrica para comenzar a buscar su tercera corona con un Lotus 49, pero le salió caro ir a despuntar el vicio en una fecha que la Fórmula 2 realizó en Hockenheim en abril, cuando, sobre otro auto de Colin Chapman, perdió la vida tras un brusco e inesperado despiste cuyas causas reales aún están en un cúmulo de dudas.
Dos historias con macabras coincidencias que dejaron en claro que nadie, en 75 años, logró retirarse conscientemente de la F1 habiendo ganado su última carrera. Quienes así lo hicieron -y aquí queda documentado- nunca imaginaron que sus campañas se habían cerrado definitivamente con esas banderas de cuadros que marcaron el último laurel de sus vidas.