El primer Gran Premio del Mundial de Conductores, en 1950, resultó bastante premonitorio si hablamos de numerología. Es que en aquella competencia, en Gran Bretaña, cuando pilotos y máquinas se estaban “acomodando” a lo que sería desde entonces la “nueva normalidad” del automovilismo de elite, Juan Manuel Fangio llevó en su máquina el número 1. El que andando el tiempo, mejor lo representaría en su campaña deportiva, si bien ese día el balcarceño abandonó y en ese año no conquistaría tampoco la corona. Es que sus logros anteriores, que incluyeron seis victorias en autos tipo “Grand Prix” en 1949, casi recién desembarcado en el Viejo Mundo, lo hicieron acreedor a esa codiciada cifra, la que reforzaría en los años sucesivos ganando cinco títulos.
Aunque no siempre el número “1” estaba pintado en el auto del monarca de turno, era un aditamento que generaba respeto y especial atención. Porque después de todo, aún con las reglas no tan claras y cambios de nóminas permanentes en los primeros tiempos, portarlo significaba algo especial: o que ese piloto estaba en la punta del torneo, o que había ganado la última carrera o que su equipo había sido hasta allí el más eficaz. La cifra más baja nunca se acreditaba por sorteo y llevarla era una distinción. Sin embargo, no fue hasta fines de 1972 cuando la FIA determinó que el campeón de la temporada debía llevarlo durante todo el año siguiente y así fue como el hombre más efectivo de aquel ejercicio, el brasileño Emerson Fittipaldi, lo lució a partir de 1973 (excepto en el GP argentino en el que todos corrieron con cifras pares), inaugurando una sana costumbre que llega hasta nuestros días, aunque ahora con la particularidad de que quien tiene la potestad de lucirlo, opte por continuar con su número tradicional. Este último caso, por ejemplo, es el de Lewis Hamilton, quien lo llevó sólo en 2009 tras su primer título y posteriormente, tras cada coronación, no se despegó jamás del clásico “44”.
Aún con esta norma, pudimos ver durante 1974 al último competidor que lució el “1” sin ser campeón mundial. Se trató del sueco Ronnie Peterson, quien lo estampó en su Lotus debido a que a fines del torneo anterior se había producido el retiro del escocés Jackie Stewart, vigente monarca. Mucho más acá en el tiempo, debido a que reyes como Nigel Mansell y Alain Prost emigraron de la F1 al cabo de obtener sus logros, el británico Damon Hill portó por dos años consecutivos (1993 y 1994) el número “0” en su Williams, ya que en ambos casos tanto el “León” como el “Profesor” habían llegado a la cima con coches de esa escudería antes de dejar la máxima categoría.





