El brasileño Nelson Piquet (Brabham) ganó la 8ª fecha del Mundial de F1 de 1984, el GP de Detroit. Lo hizo de punta a punta y encabezó el 1-3 de su escuadra, que completó Teo Fabi, con el Lotus de Elio De Angelis metido como cuña entre ambos. Cuarto y último con el total de vueltas llegó Alain Prost (McLaren) y 5°, a un giro, Jacques Laffite con su Williams. ¿Y el resto de los 26 que largaron? Bueno, en este caso ellos son los verdaderos protagonistas de esta reseña, la que quedó en los libros como la deserción colectiva más grande en una carrera de la máxima categoría.
Desde la mismísima salida, las cosas arrancaron muy mal para Marc Surer, que se accidentó con su Arrows, y para Manfred Winkelhock (ATS), cuyo motor ni siquiera resistió una vuelta. Un neumático reventado en el RAM de Jonathan Palmer, el golpe de la Ferrari de René Arnoux y el enganche entre Francois Hesnault (Ligier) y Piercarlo Ghinzani (Osella) dejó al GP con seis coches menos en apenas 3 rondas. Pero todo tan solo acababa de empezar. Entre los giros 20 y 27, quedaron eliminados otros siete participantes: los Alfa Romeo de Riccardo Patrese -por un trompo- y Eddie Cheever -rotura del impulsor-, el golpeado Toleman de Ayrton Senna y el de su compañero Johnny Ceccoto con el embrague literalmente quemado, el humeante Ligier de Andrea De Cesaris, el Arrows de Thierry Boutsen con problemas de motor y la Ferrari de Nigel Mansell con la caja trabada.
Hacia la mitad de la exigencia, casi en forma simultánea, falló la electrónica del McLaren de Niki Lauda, se accidentó Philippe Alliot (RAM), se fue a los boxes el Renault de Patrick Tambay con la transmisión rota y Stefan Bellof impactó a su Tyrrell contra uno de los muros. A 23 vueltas de la bandera a cuadros quedaban sólo nueve autos en el GP. Y no todos llegarían. La caja de cambios defectuosa del Renault dejó “tirado” a Derek Warwick y con insalvables problemas físicos por agotamiento, Keijo Rosberg llevó a su Williams a los pits abandonando la lucha. Faltaba todavía un golpe de gracia: a 13 giros del final, la Ferrari de Michele Alboreto, que iba camino a un cómodo segundo puesto, rompió el motor. Así, esa posición fue heredada por Martin Brundle, que en definitiva también quedó al margen de sumar tras la carrera, al ser desclasificado por las luego famosas trampas reglamentarias del equipo Tyrrell, que lo privaron de todos los puntos logrados en el año. Así, en aquel callejero de Detroit, sólo 5 de los 26 autos que largaron quedaron clasificados. Nunca más se vio una debacle semejante.