En los ’50: Juan Manuel Fangio. Cinco títulos mundiales eximen de mayores pruebas, pero el Chueco los firmó con actuaciones memorables, como en Buenos Aires 1955 o Alemania 1957, no meramente por una suma de puntos. Su record duró casi medio siglo. En la discusión general, no baja del podio.
En los ’60: Jim Clark. A la altura de Fangio. Su mimetización mecánica lo hacía invencible. Ganó 4 veces en Spa, aunque lo odiaba, y ganó tres Grands Prix consecutivos con un mismo juego de neumáticos… Los dos títulos fueron muy pocos, perdió por muy poco otros dos. De lo más cercano a la perfección que hubo.
En los ’70: Niki Lauda. La verdadera leyenda de la historia de la Fórmula 1. Fue campeón, estuvo a punto de morir tras su accidente en Nurburgring, volvió a correr y recuperó su título un año más tarde. Se retiró, regresó y volvió a ser campeón, Acaso el mayor coraje y la más grande voluntad que se hayan visto a bordo de un F-1.
En los ’80: Alain Prost. En una era de profundos cambios tecnológicos en la F-1 (la fibra de carbono, el turbocompresor, la restricción de consumo), el francés la entendió como nadie. Arrancaba aplausos por la calidad de sus ejecuciones, aunque no le gustara la lluvia. Era clínico y su velocidad se incrementaba con las vueltas. Así consiguió cuatro títulos mundiales.
En los ’90: Ayrton Senna. El tercer integrante del podio de los 75 años, junto a Fangio y Clark. La determinación más absoluta, el talento para correr los límites siempre un poco más, tan excepcional en el triunfo como en la adversidad. Su último año completo fue una cabal demostración de supremacía conductiva con un auto menor. La tragedia agigantó su epopeya.
En los 2000: Michael Schumacher. Rescató a Ferrari del ostracismo para darle cinco títulos mundiales consecutivos. En la era del reabastecimiento que transformaba a cada GP en una sucesión de sprints, nadie pudo con su capacidad de lectura de carreras y su innata velocidad. Cruzar los límites no siempre le sentó bien.
En los ’10: Lewis Hamilton. Un poco como Clark, hermanándose con su máquina (en este caso un Mercedes), un poco como Fangio con una certeza casi infalible, el inglés fue el gran piloto del arranque del siglo XXI, sin pisar el barro de la polémica como había hecho su antecesor. Una carrera dilatadísima y todos los records.
En los 20: Max Verstappen. El neerlandés no tiene rivales en un rubro especial de esta Fórmula 1: nadie emociona tanto con victorias épicas. El estilo puede ser discutible, y en ese sentido es heredero de Senna y Schumacher, pero su descomunal capacidad para dar conseguir una pole-position, pelear en la pista o conducir en lo mojado suelen arrancar el aplauso.
Son ocho pilotos: si quisiéramos tentar un Top-10 de estos 75 años, a lo largo de los 1.131 Grands Prix disputados, tendríamos que agregar a Jackie Stewart y Fernando Alonso o Stirling Moss.