¿Un equipo árabe en la Fórmula 1? Eso ya pasó antes…

Una divertida historia sobre la inserción de Arabia Saudita en el crecimiento de una escuadra de la máxima categoría, con ramificaciones tristemente célebres.

Fue noticia hace una semana: el titular de la Federación Saudí del Motorsport y Chairman de la Saud Motorsports Company, que organiza el GP de Arabia Saudita, el príncipe Khalid bin Sultan Al-Abdullah Al-Faisal, admitió que podría haber un equipo saudita en Fórmula 1: “¿Por qué no? Hay lugar disponible. Hay once equipos, pero puede haber doce, y potencialmente uno o dos podrían salir a la venta en el futuro. Podría ocurrir. Personalmente, me gustaría”.

Pero un equipo saudita no representa ninguna novedad en la Fórmula 1.

El reloj corre hacia atrás casi 50 años, hasta 1977. Frank Williams es un manager intrépido que busca dinero para financiar su nueva escuadra de F1, ya que la suya, la que había creado en 1969, se la había apropiado uno de sus sponsors, el petrolero canadiense Walter Wolf.

Williams aterrizó en Ryad, la capital del reino, para entrevistarse con el príncipe Muhammad, el segundo hijo del rey Fahd de Arabia Saudita. A Muhammad no le interesaban las carreras de autos, pero sí el ejercicio del poder, y para demostrarlo, sugirió a una serie de contratistas del estado saudí que invirtieran en el proyecto.

Entonces, en el Grand Prix de la Argentina, la carrera que inauguraba el Mundial de 1978, apareció el Williams FW06, el primer coche de F1 diseñado íntegramente por Patrick Head en una vieja fábrica de alfombras de Didcot (Inglaterra), pintado de blanco y verde, los colores sauditas, y repleto de stickers que remitían a compañías de ese país. Los contratistas del reino.

No podía haber más representación árabe en la F1 que esa, al punto que el equipo borró del block del motor Ford Cosworth, que usaba el 90 por ciento de la parrilla, el nombre del fabricante norteamericano. Los árabes sostenían que, siendo Estados Unidos el principal sostén de Israel en el Oriente Medio, no podían llevar el nombre de Ford en su auto.

Albilad, una compañía dedicada al comercio internacional, y propiedad del príncipe Muhammad, arrancó la colecta con 300 mil dólares. Se sumaron Saudi Airlines (la aerolínea oficial), Dallah Avco (que mantenía los aeropuertos sauditas), Barrom (un gigante del acero y el cemento que le vendía al estado), Siyanco (una consultora de ingeniería), TAG (una financiera que solventaba proyectos de tecnología de avanzada para el reino) y la compañía que construía las carreteras que unían Arabia a través del desierto: Bin Laden. El titular de la compañía era el padre del tristemente célebre Osama, cerebro de los infames atentados de setiembre de 2001…

La suma final sería una insignificancia para lo que se estila hoy, pero en aquel momento era mucho dinero y le permitió al equipo capitalizarse y adquirir fortaleza deportiva.

Pero Muhammad quería saber qué tan buena había sido su inversión, así que avisó a Williams que iría a ver corre a su coche al GP de Mónaco, la primera carrera de 1978 en Europa. Sin chances de defraudarlo, Frank le indicó a Head que preparara un “special” para el callejero monegasco, no necesariamente apegado al reglamento pero que mostrara un rendimiento superlativo. El FW06 no era un mal coche, y Alan Jones lo había llevado al cuarto lugar en Sudáfrica, sumando los primeros puntos. Pero los saudíes querían buenas impresiones, y hacia Mónaco partieron el príncipe Muhammad y su séquito.

Jones se clasificó para largar en el décimo lugar (al lado del Wolf de Jody Scheckter, para alegría de Williams), y al cumplir la primera vuelta estaba sexto. Gran júbilo de la avanzada saudí. Pero, exigido acaso de más, el motor empezó a perder aceite y Jones lo paró definitivamente antes de que explotara, en el giro 29. Los comisarios técnicos no tendrían que revisar un coche que no había llegado a la meta. Los saudíes se marcharon conformes.

La inversión árabe duró un año más, hasta que Williams peleó el título de 1979 con Jones. Cuando Carlos Reutemann se sumó en 1980 a la escuadra, ya compartían espacio con sponsors británicos, como Leyland.

El patrocinante árabe más entusiasta, TAG, resistió hasta 1983. Cuando Ayrton Senna hizo su primera prueba en un coche de Fórmula 1, el logo de la compañía salió en todas las fotos.

Pero su representante sintió que el equipo Williams no le prestaba suficiente atención y fue convidado por Ron Dennis, el titular de McLaren en ese entonces, para que financiara la construcción de los motores turbo de Porsche con los que pretendía el título mundial. Mansour Ojjeh aceptó y cambió de bando. Así, McLaren ganó tres torneos consecutivos: uno con Niki Lauda y dos con Alain Prost (¡Otra que Norris y Piastri con esos dos!). Ojjeh se mantuvo como accionista de McLaren hasta poco antes de su muerte, en 2021.

Dos moralejas de esta historia: el entusiasmo árabe por la F1 duró poco entonces; el príncipe Khalid fue el mismo que hace unos años anunció que habría dos Grands Prix en territorio saudí, pero el miliunanochesco circuito de Qiddiya ya está demorado: “pensamos que no será antes de 2027, estamos pensando en 2028, acaso 2029”, retrocedió.

¿Entonces? Ver para creer.