El ingeniero de pista es parte de la ecuación auto-piloto-equipo que hay que resolver en Fórmula 1 para destrabar la victoria. Su función original era interpretar las sensaciones del piloto y traducirlas en decisiones técnicas para lograr la puesta a punto más adecuada del coche.
Pero, desde que la telemetría es de uso frecuente, el ingeniero empezó a no depender tanto de las impresiones de su piloto. Para lograr su cometido, puede estudiar en profundidad la cantidad de datos que genera la práctica. Esa posibilidad generó, de paso, cierta independencia del ingeniero: no necesita tanto del piloto para alcanzar su meta.
Entonces, el rol de los ingenieros cobró importancia. La TV los muestra a menudo, sabemos sus nombres, algunos ya son leyendas: Gianpiero Lambiase, el ingeniero de Max Verstappen, el histórico Peter Bonnington, tantos años asistiendo a Lewis Hamilton y ahora guiando a Kimi Antonelli, la dupla de McLaren integrada por Will Joseph y Tom Stallard, o el italiano Riccardo Adami, de relación frecuente con Sebastian Vettel y ahora, más agria, con Hamilton.
Las comunicaciones radiales transformaron, de paso, al ingeniero de carrera en un spotter, como los que existen en IndyCar, algo así como los ojos del piloto en el resto de la pista. El ingeniero no solo trabaja para afinar la puesta a punto, que ya viene asignada desde la base, de acuerdo al circuito en el que se compita, sino que, con el coche en pista, mantiene al tanto al piloto de lo que ocurre a su alrededor. ¿Viene un rival intentando una vuelta rápida? Es el ingeniero quien debe pedirle a su piloto que se haga a un lado.
Ese protagonismo creciente también se debe a que los pilotos llegan cada vez más jóvenes a la Fórmula 1. Se advierte perfectamente en 2025, con seis rookies de entre 18 y 23 años. Los equipos esperan obediencia de su parte, no rebeldía. Así que, a la vez, el ingeniero de pista es un tutor a la vez que un borde. Guía y pone límites.
Entonces, episodios como el que Fernando Alonso, a punto de cumplir 44 años, vivió con su nuevo ingeniero de pista, Andrew Vizard, que tiene diez menos, en el Gilles Villeneuve de Montreal, resultan chocantes. Mientras Alonso iba camino a su segundo resultado puntuable del 2025, Vizard le dio indicaciones sobre cómo tomar determinadas curvas: “Entrá de manera gentil a las curvas 3 y 8”. Fiel a su estilo, Alonso fue lacónico: “Estamos corriendo, no testeando”.
Una traducción libre del mensaje del español podría ser la siguiente: “no estamos buscando la mejor puesta a punto, que es nuestro trabajo en conjunto; estamos corriendo, que es mi trabajo”.
El joven Vizard tiene casi quince años de experiencia en Fórmula 1: 15 meses en RedBull, otro tanto en McLaren, un año y medio en Manor Marussia, casi seis años en Williams y, desde comienzos de 2023 en Aston Martin, dónde fue ingeniero de pista de Lance stroll y, desde inicios de este año, de Alonso. Pero para cuando le entregaron su título de ingeniero mecánico en Oxford, en 2014, el español ya había ganado dos títulos mundiales y había perdido otros tres por apenas un puñado de puntos, además de conquistar 33 victorias de Grands Prix.
En Fórmula 1, las victorias son de equipo, desde ya, y muchos pilotos agradecen de corazón la asistencia que proporcionan sus ingenieros. Pero, indicarles cómo tienen que correr, ¿no es demasiado? ¿No tendrían que aflojar un poco?