Juan Manuel Fangio y Ayrton Senna fueron dos de los más grandes campeones mundiales que tuvo la Fórmula 1. Y no sólo eso. Por sobre todas sus conquistas y méritos deportivos fueron dos seres humanos que, tal como pasó en lo conductivo, marcaron con la mayoría de sus colegas del alto nivel tuna diferencia por una forma de ser, que los hizo distintos y perdurables en la memoria popular.
Sin las vanidades, ni los celos, ni envidias comunes en otras estrellas, se hicieron más grande por esas virtudes que se profesaron. Además, estas actitudes de mutuo respeto y admiración le permitieron construir una estrecha relación que se mantuvo hasta el final de sus días. Es cierto que nunca fueron rivales deportivos en las pistas, pero esto no le quita valor a esa amistad forjada con los años. Esta buena relación se reflejó en los encuentros que propiciaron cualquiera haya sido el lugar donde coincidieran. Podía ser en un Gran Premio, en una reunión, en un aeropuerto, en Buenos Aires, en San Pablo, en Europa.
Desde que Ayrton empezó a mostrar todo su talento, el Chueco se sintió atraído al punto de compararlo con Jim Clark, el gran referente de Fangio luego de su retiro. ”Es un chico que tiene muchas condiciones y tiempo para demostrarlas. Le deseo lo mejor porque aparte de un gran piloto es un gran señor y eso es lo más importante”, avisaba Fangio poco después de aquella carrera de Mónaco 84 que sin haberla ganado significó la consagración del brasileño en la Fórmula 1.
Acostumbrado con el paso del tiempo y sus éxitos en el Mundial a compartir momentos con el argentino y recibir sus elogios, Senna se congratulaba de “poder compartir con Fangio algunos momentos de mi carrera. Siempre me demostró mucho cariño, afecto y admiración. De mi parte lo considero el más grande porque fue el primer piloto que conquistó cinco títulos del mundo y lo hizo en la época más peligrosa de la Fórmula 1. Un mérito que no le quitará nadie, ni yo mismo, por más que iguale o supere esa cantidad de campeonatos”.
De todos estos encuentros hubo uno que reflejó mejor que ninguno esa admiración que Ayrton sentía por Juan Manuel. Se dio en el podio del Gran Premio de Brasil 1993 que desde el primer escalón el brasileño compartió con Damon HIill y un jóven Michael Schumacher. Ante la presencia del Quíntuple para entregar el trofeo, Senna no dudó. Se bajó, lo estrechó en un fuerte abrazo y le explicó: “Bajo para estar con usted porque arriba suyo no puede haber nadie en la Fórmula 1”.
Un año y treinta y tres días después, la vida de Ayrton se destruía contra el muro de la curva Tamburello en Imola en las vueltas iniciales del Gran Premio de San Marino. El 17 de julio de 1995, Fangio moría en Buenos Aires.
Según se cree, por el avanzado estado de su enfermedad, Fangio no llegó a enterarse del trágico final de Senna. Ojalá sea así, para que lo haya invadido la sorpresa al encontrarlo en el cielo para el abrazo eterno.