El rayo de Texas que cayó en Rafaela

No fue un competidor descollante ni un habitué de las grillas de F.1, en la que apenas largó dos GGPP, pero Lloyd Ruby dejó su sello en el más veloz de los circuitos argentinos con esa inolvidable vuelta hace más de medio siglo. Todo, en menos de un minuto…

No fue un competidor descollante ni un habitué de las grillas de F.1, en la que apenas largó dos GGPP, pero Lloyd Ruby dejó su sello en el más veloz de los circuitos argentinos con esa inolvidable vuelta hace más de medio siglo. Todo, en menos de un minuto…

En la nómina de casi 800 pilotos que desde 1950 han largado al menos un Gran Premio puntuable de Fórmula 1 conviven infinidad de historias y de héroes anónimos. Aunque de paso muy fugaz por la “máxima”, el texano Lloyd Ruby representa, al menos para los argentinos, uno de los más acabados ejemplos de ello. ¿Por qué para los argentinos? Pues porque a pesar de no ser alguien que haya brillado en la máxima categoría ni ser un concurrente asiduo a nuestras pistas, este intrépido muchacho que desarrolló la mayor parte de su campaña en los EE. UU., dejó su impronta en esta región de Sudamérica por establecer una marca que hasta nuestros días permanece imbatida.

Allá por 1971, la Argentina en general y Rafaela en particular se conmovieron con la realización de los “300 Kilómetros USAC de Rafaela”, que no venían a representar otra cosa que la visita de los Indy Car a la populosa y fierrera ciudad santafesina. Lo más ganado del automovilismo norteamericano, sin mezquinar la visita de ninguna figura de aquellos años, pisaba este suelo con el fin de ampliar sus horizontes y hacer conocer su propuesta “in situ” cuando todavía las comunicaciones internacionales no eran tan sencillas y el mundo ni siquiera soñaba con las redes sociales ni una globalización tan marcada.

El viernes 26 de febrero, día de la clasificación definitiva para ordenar la grilla, Ruby, a bordo de un Mongoose Ford turbo, con impulsor Offenhauser de 4 cilindros en línea y 4200cc, una potencia de 700 HP y velocidad final estimada en 320 km/h, hizo estallar los cronómetros para obtener la “pole”. Dio la vuelta al óvalo rafaelino de 4624,46 metros en 59s74/100, siendo el único en bajar el minuto en tan emblemático circuito. Ello redundó en un promedio de 278,676 km/h, marca que -al menos en un autódromo argentino- jamás fue superada, sin distinción de categorías. El domingo, la carrera la ganó Al Unser (Colt-Ford), aunque sin poder dar un giro tan veloz. Así, aunque estuvo lejos de ser una estrella rutilante del mundo motor, Ruby (quien falleció en 2009 a los 81 años) quedó inmortalizado en los frondosos libros de historia de nuestro rico automovilismo.