Seguramente, cuando Juan Manuel Fangio recibió como premio una botella de champagne después de haber ganado el GP de Francia de 1950, lejos estaba de imaginar (igual que los seguidores del naciente Mundial de F1) que esa bebida se convertiría, andando el tiempo, en un símbolo de las celebraciones del mundo motor en todo el planeta. Pese a ese obsequio, el “Chueco” nunca descorchó la dulce bebida del éxito en un podio para rociar a alguien. Es que fue al menos una década y media después de ese hecho que el ritual se hizo costumbre a través de festejos en los que terminan empapados pilotos, asistentes y demás ocupantes de una grada.
En 1966, el ya veterano australiano Jack Brabham logró su tercera corona en la máxima categoría. Lo hizo con bastante amplitud sobre el subcampeón John Surtees, al imponerse en 4 de las nueve fechas de aquel año. Y dejó un sello indeleble en la primera de esas victorias, conseguida también en el GP francés. En medio de la celebración, el “Viejo Jack” fue invitado a probar el champagne de la zona de Reims, que era promovido por una nueva marca que buscaba insertarse en el incipiente marketing de la Fórmula 1. Brabham tomó el enorme botellón y al descorcharlo, roció (nunca se sabrá si en modo consciente o no) a sus colegas Mike Parkes y Denny Hulme, quienes lo rodeaban en ese momento. La risueña situación, a partir de entonces y en modo totalmente involuntario, acababa de darle el puntapié inicial a un modo de festejar los triunfos que se desparramaría por todas las categorías del mundo y que tampoco tardaría en copiar el motociclismo.
De hecho, al año siguiente, Dan Gurney, luego de ganar las 24 horas de Le Mans, reafirmó la tendencia al mojar no sólo a los ocupantes del podio sino a buena parte de la multitud. Esa actitud cobró mucha mayor difusión que la de Brabham el año anterior, por lo que erróneamente mucha gente cree que fue en La Sarthe donde se le dio inicio al ritual. Como fuere, y con alguna excepción como la de principios de los ‘80 cuando ganaban los pilotos de Williams y debían celebrar con jugo de naranja (el alcohol les estaba prohibido por imposición de los capitales árabes que auspiciaban sus autos), la costumbre llega hasta nuestros días si bien desde 2021 el champagne fue reemplazado en beneficio de un vino espumante, aunque esto se produjo por cuestiones meramente comerciales.