El día del “doblete” imposible

Contra todos los pronósticos y sin que los propios protagonistas lo esperaran, un par de pilotos subidos a dos McLaren que habían decepcionado tras la clasificación, arrasaron en el GP de los Estados Unidos de hace 42 años, dando cuenta con suma paciencia y prolijidad de la veintena de máquinas que partió delante de ambos.

Ante la inminencia del Gran Premio de Brasil y el excitante espectáculo del año último, cuando Max Verstappen ganó en San Pablo tras partir de la 17ª colocación, bien vale precisar que la historia guarda situaciones similares, como aquella de “Rubinho” Barrichello imponiéndose en Alemania 2000 avanzando desde el 18° cajón bajo la lluvia o el épico éxito del escocés Jackie Stewart, triunfador en Kyalami ’73 después de superar 15 máquinas en maniobras inolvidables. Sin embargo, todo ello parece empalidecer cuando se recuerda que no sólo un piloto, sino un equipo (McLaren) derribó todos los récords conocidos al lograr una vez un terminante 1-2 partiendo desde bastante más atrás…

Contrariados, John Watson y Niki Lauda, compañeros de la formación británica en 1983, abandonaron el trazado callejero de Long Beach bajo un manto de decepción total el sábado 26 de marzo después de una desastrosa clasificación que los obligaba a largar 22° y 23° respectivamente al día siguiente, por la segunda fecha del Mundial de aquel año, el GP de la Costa Oeste de los Estados Unidos. Por una centésima más o menos, ambos habían quedado a unos 4 segundos de la “pole” lograda por la Ferrari de Patrick Tambay, con lo cual las perspectivas no eran muy auspiciosas para el domingo. Máxime teniendo en cuenta lo complejo del circuito, angosto y rodeado de paredones, que lo hacía más que dificultoso para intentar sobrepasos. Sin embargo, tanto el irlandés como el austriaco eran dos competidores que en sus campañas jamás se dejaron dominar por el nerviosismo. Y eso les jugaría muy a favor al cabo de aquella carrera.

Después de ganar un par de posiciones en la largada, los McLaren se enfrascaron en una lucha interna que, evidentemente no los favorecería. Watson lo entendió de inmediato y se posicionó detrás de Lauda cuando éste lo superó al cabo del cuarto giro para avanzar en tándem. A medida que los neumáticos Michelin iban tomando temperatura, el suelo del callejero les iba cayendo mejor (mucho mejor, en realidad…) a los coches de Woking. Así, los Alfa Romeo de Andrea De Cesaris y Mauro Baldi fueron presas fáciles de superar. Para cuando los Theodore se caían progresivamente y el Renault de Alain Prost no encontraba el rumbo, Lauda ya estaba 11° y Watson prácticamente girando en sus escapes. El otro Renault, el de Eddie Cheever, se tocó con la Ferrari de René Arnoux y un ex campeón que había regresado a la F1 fuera de estado físico, Alan Jones, no soportó la exigencia y se detuvo en los boxes.

El desconcierto general se produjo cuando en la pelea por la punta se engancharon Tambay y el Williams de Keijo Rosberg; varios de quienes los seguían se vieron desconcertados y los hombres de McLaren, concentrados al extremo y pasándole muy “finito” a las paredes, subían hasta las 4ª y 5ª colocaciones. Cuando el sorprendente Arrows de Marc Surer desertó averiado, sólo el Williams de Jacques Laffite y el Brabham de Riccardo Patrese estaban por delante de los rojiblancos autos que ya habían hecho levantar al público con sus performances. Un mínimo desliz de Niki fue aprovechado por Watson, que lo superó con lo justo y algunas vueltas más tarde, el irlandés se fue sobre Patrese, dejándolo atrás también, situación aprovechada por Lauda para filtrarse en la estela y seguir a su compañero. Cuando los neumáticos del líder Laffite comenzaron a deshilacharse, se consumó la hazaña: con sus máquinas sin un solo raspón pese al esfuerzo, Watson y Lauda, en ese orden, lo rebasaron y escaparon camino al “doblete” más impensado de la historia. Fue el segundo en la historia de McLaren, quince años después del primero, cuando Denny Hulme y el propio Bruce McLaren consiguieron idéntico resultado en Canadá ’68. Claro que sin la emoción, la dureza ni la épica del que hasta hoy se conoce como “la victoria imposible”, un hito irrepetible que ha quedado en el libro de oro de la misma escuadra que por estos días, con nuevas estrellas, ha ganado un nuevo título Mundial de Constructores.

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