Dos monarcas desairados

No siempre lucir el número “1” en el auto determinó un factor intimidante para que un piloto se sientiera más que el resto. Y no hablamos solamente de ganar carreras sino de algo mucho más modesto como ganarse un lugar en la grilla. Alguna vez, un par de campeones del mundo en ejercicio sufrieron el escarnio deportivo de no conseguirlo.

Aunque pilotos como Lewis Hamilton hayan sido reticentes a lucirlo, el número 1 en una máquina siempre fue un símbolo de supremacía, si bien en algún momento lo llevaron pilotos que no fueron campeones mundiales. Pero así como representa una hipotética superioridad manifiesta, muchas veces no alcanzó para cumplir con la necesidad básica de un competidor en un fin de semana como lo es, ante todo, tomar parte de un Gran Premio. Y a tal punto ha sido así, que en un par de oportunidades, el monarca en ejercicio se quedó sin un lugar en la grilla muy a pesar de ostentar el codiciado número en su coche. ¿Imposible? Para nada. Si retrocedamos algunas décadas veremos como se consumaron esas frustraciones.

Después de un auspicioso 1979 que concluyó con la conquista del campeonato para delirio de los hinchas de Ferrari, el sudafricano Jody Scheckter vivió en 1980 una catástrofe deportiva de punta a punta que fue haciendo madurar su idea de retirarse y que concretó a fin de ese año. La Ferrari 312 T5 fue uno de los peores autos pergeñados en Maranello y con él, Jody apenas pudo sumar 2 puntos en toda la temporada gracias a un modesto 5° lugar en Long Beach. En el resto de las fechas sólo se acreditó abandonos o llegadas del 8° lugar hacia atrás. Pero la debacle absoluta la registró en el GP de Canadá, penúltima escala del torneo. En la clasificación, quedó 26° sobre 28 participantes y no pudo formar parte de la grilla, que sólo admitía a los 24 mejores. Aquel día, la Ferrari N° 1 sólo aventajó a dos semi-vetustos Williams particulares conducidos por Rupert Keegan y Kevin Cogan; así, el pobre Jody -ya sin motivación alguna por continuar en la F1- se fue sin poder correr.

Daba la impresión de que una situación similar jamás volvería a presentarse a futuro. Pero la máxima categoría es tan impredecible, que tres años más tarde, el brasileño Nelson Piquet protagonizó el mismo caso. No se trató aquí de la baja performance de su máquina, ya que el Brabham BT50 motorizado por BMW era un auto medianamente competitivo si bien la fiabilidad no era su fuerte. Con esa máquina, ese mismo año, Nelson inclusive hasta ganó en Montreal. Sin embargo, durante la clasificación del GP de Detroit (7ª fecha del Mundial de 1982), la lluvia no pareció sentarle del todo bien a la máquina creada por Gordon Murray y pese a sus esfuerzos, Piquet quedó 28° y último, a más de 9 segundos del “poleman” Alain Prost con su Renault, para incredulidad de quienes jamás esperaron ver al carioca armar su valija de viaje antes de tiempo. Y al largar sólo 26 autos, esa fue la triste realidad para el equipo inglés. Desde entonces (y más aún con la posibilidad actual de que todos tengan de antemano su lugar asegurado al no haber eliminación), ya no hubo tal humillación deportiva para un vigente campeón mundial.

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