El domingo pasado, en el circuito de Barcelona-Catalunya, el equipo McLaren obtenía un brillante doblete gracias a sus pilotos Oscar Piastri y Lando Norris que los disparaba directamente a un doble título de pilotos y constructores.
Ya en 2024, McLaren demostraba su potencial ganando el título del mundial de constructores, pero qué mejor homenaje a la figura del fundador que recordar su victoria en el GP de Argentina en 1960, en Buenos Aires. Esta es la crónica de aquella carrera, tal como la relató El Gráfico, y que supuso la consagración del piloto neozelandés en la F1.
El joven neozelandés, de solo 22 años, se impuso en una carrera marcada por el calor agobiante y los abandonos de los favoritos Moss e Ireland, consolidándose como la nueva estrella de la Fórmula 1.

BUENOS AIRES, 7 de febrero de 1960. — Bajo un sol implacable que castigó a hombres y máquinas por igual, el Autódromo Municipal de Buenos Aires fue testigo de la consagración de una nueva figura del automovilismo mundial. El joven Bruce McLaren, al volante de su Cooper T51-Climax, se alzó con una victoria tan inteligente como inesperada en la carrera inaugural de la temporada de Fórmula 1, el Gran Premio de la República Argentina.
La jornada prometía un duelo de titanes. El maestro británico Stirling Moss, partiendo desde la «pole position» en su Cooper privado del equipo de Rob Walker, demostró desde la primera vuelta por qué es considerado el mejor piloto del mundo. Con una conducción sublime, Moss se distanció del resto, estableciendo un ritmo que parecía inalcanzable para sus competidores, entre los que se contaban Innes Ireland con su Lotus y los Ferrari de Wolfgang von Trips y Cliff Allison.
Durante más de la mitad de la carrera, el dominio de Moss fue absoluto. El público argentino, conocedor y apasionado, aplaudía cada paso por la recta principal del piloto que parecía encaminarse a una victoria segura. Detrás, McLaren, con la calma y la madurez que desmienten su corta edad, se mantenía en una sólida tercera posición, administrando su vehículo y esperando su oportunidad.
Pero el calor porteño, que superaba los 35 grados, no solo agotaba a los pilotos. La mecánica de los monoplazas sufría al límite. Y fue entonces, en la vuelta 67 de las 80 pactadas, cuando el drama sacudió la carrera: la suspensión trasera derecha del Cooper de Stirling Moss dijo basta. El ídolo británico se vio forzado a un amargo abandono, dejando el liderato en manos de un sorprendido Innes Ireland.
La alegría para el equipo Lotus, sin embargo, duró poco. La fortuna, caprichosa, volvió a cambiar de bando. Apenas unas vueltas después, la transmisión del Lotus de Ireland falló, obligándolo también a detenerse. El liderazgo de la carrera, que había sido disputado por los grandes nombres, cayó como fruta madura en el regazo del piloto más constante y fiable del día: Bruce McLaren.
Con una compostura admirable, el neozelandés no cometió errores en las vueltas finales. Condujo con precisión milimétrica, cuidando su Cooper-Climax que, a diferencia de sus rivales, aguantó heroicamente el castigo del asfalto argentino. Cruzó la línea de meta como un vencedor solitario, exhausto pero radiante, para sumar la segunda victoria consecutiva de su carrera, tras su histórico triunfo en Sebring a finales de la temporada pasada.
«Fue una carrera increíblemente dura. El calor era brutal, no solo para nosotros, sino para los coches», declaró un sudoroso McLaren tras bajar del monoplaza. «Sabíamos que la fiabilidad sería la clave. Tuve suerte con los problemas de Stirling e Innes, es innegable, pero para ganar, primero hay que llegar, y nuestro Cooper ha sido fantástico hoy. Es un comienzo de temporada soñado».
El podio lo completaron los Ferrari del británico Cliff Allison, en una meritoria segunda posición, y del alemán Wolfgang von Trips, demostrando que la Scuderia de Maranello será un rival a tener en cuenta este año.
La victoria de McLaren en Buenos Aires no es una casualidad. Es la confirmación de que su triunfo en Estados Unidos no fue un golpe de suerte. Con su inteligencia táctica, su velocidad y su profunda comprensión de la mecánica, este joven de Auckland ha demostrado que tiene el temple de los campeones. La Fórmula 1 ha comenzado su nueva década coronando a una estrella que promete brillar con luz propia durante mucho tiempo. Buenos Aires ha sido solo el primer capítulo.
Oceanía, tierra de grandes campeones: Jack Brabham, Denny Hulme, Chris Amon, Alan Jones, Daniel Ricciardo y ahora Oscar Piastri. Una saga de grandes pilotos que han sido y serán historia de la F1.