Brasil tiene, hasta el momento, seis pilotos ganadores en el Campeonato Mundial de Fórmula 1. Cinco de ellos han cumplido ese siempre reconocido deseo de vencer en el Gran Premio de su país.
Emerson Fittipaldi lo hizo con Lotus en 1973 y McLaren en 1974, en las ediciones iniciales, Carlos Pace continuó al año siguiente el dominio local sobre un Brabham; Nelson Piquet venció con Brabham en 1983 y con Williams en 1997, coincidiendo con sus coronaciones mundiales; a Ayrton Senna le costó un poco más, ya que recién venció en 1991, en su octava presentación, para repetir dos años más tarde, también sobre un McLaren; y Felipe Massa hizo prevalecer a su Ferrari en 2006 y 2008, el año del festejo efímero del título.
Rubens Barrichello es la excepción de esta regla. En su extensa campaña de 323 Grandes Premios mundialistas, Rubinho venció en 11 carreras en distintos países del mundo, pero no pudo festejar ninguna de las 19 veces que, siempre en Interlagos, corrió ante sus compatriotas entre 1983 y 2011. Un caso como el de Carlos Reutemann con Argentina, pero en este caso, con el doble de chances.
“Por supuesto que me hubiera gustado ganar en Brasil. Es una deuda que me quedó pendiente de mi paso por la Fórmula 1, una deuda conmigo y básicamente con el público que siempre me alentó y trató bien”, confesó alguna vez Barrichello durante su paso por el automovilismo argentino. Ahí recordó la oportunidad perdida en 2003 cuando su Ferrari F2002 se quedó sin combustible yendo en punta a ocho vueltas del banderazo. “Esa carrera la tenía ganada y por eso, aunque no figure en las estadísticas, para mí fue una carrera ganada”, agregó.
Una particular forma de consuelo para atenuar el dolor de esa deuda que tiene por ese triunfo en casa que, pese a sus intentos, nunca llegó.





