Aquellos 13 infortunados de Spa

Las largadas y los primeros giros suelen ser un punto álgido en los Grandes Premios. Y si el piso está húmedo, buscar ganar una posición o encaramarse de la mejor forma para encarar cualquier futuro viraje puede transformarse en el más riesgoso de los trabajos. Hace 27 años, en suelo belga, ese cóctel dio como resultado la “carambola” más grande en la historia de la categoría.

La memoria colectiva de los fanáticos más “viejos” tenía latente el GP de Gran Bretaña ’75. Aquel día, doce máquinas se vieron involucradas en un accidente grupal al desatarse una copiosa lluvia sobre Silverstone, que obligó a detener la carrera en el giro 56 de los 67 pactados. Muchos, con razón, a lo largo de los años sucesivos y a medida que los autos, las puestas a punto y los neumáticos fueron evolucionando, junto con la seguridad de los circuitos, creyeron que jamás podrían ver algo semejante, al menos en la Fórmula 1. Pero no fue así.

El 30 de agosto de 1998, con el duelo entre Ferrari y McLaren en plenitud, se puso en marcha el GP de Bélgica, en el siempre difícil Spa-Francorchamps, por la fecha 13 del Mundial, número que a la postre cobraría un relieve inusual. Tras los primeros metros, en medio del spray y la pista mojada, David Coulthard se cruzó imprevistamente de lado a lado y Eddie Irvine no pudo esquivarlo. Ambos autos, golpeados, deslizándose como sobre jabón, complicaron al resto. Entonces se pegaron duro Johnny Herbert (Sauber), Jarno Trulli (Prost) y Alex Würz (Benetton), con lo que quedó definitivamente bloqueado el paso para quienes venían atrás. Ruedas, alerones y todo tipo de hierros y plásticos se desparramaron por el piso, mientras también iban “involucrándose” -sin voluntad alguna, claro…- los Arrows (Pedro Diniz y Mika Salo), los Stewart (Jos Verstappen y Rubens Barrichello), los Tyrrell (Tora Takagi y Ricardo Rosset), el otro Prost (Olivier Panis) y el Minardi de Shinji Nakano. Las valiosas cargas humanas, afortunadamente, no sufrieron lesión alguna.

En definitiva, la carrera fue detenida y, posteriormente se confirmó que, efectivamente, esa pasaba a ser la mayor “carambola” de la historia, ya que 13 máquinas habían quedado inertes en el asfalto o contra las contenciones. Varios competidores salieron presurosos a buscar sus coches de reserva para el relanzamiento, con excepción de Barrichello, Panis, Rosset y Salo, quienes no contaban con un auto “muletto”. Cuando se reanudó la velocidad, los incidentes no se detuvieron, y hasta Mika Hakkinen y Michael Schumacher, que peleaban por la corona, quedaron fuera de la batalla por sonados incidentes. El impensado 1-2 final del equipo Jordan, con Damon Hill y Ralf Schumacher en ese orden, fue el corolario de una jornada que se llevó para siempre el mote, algo exagerado, de “catástrofe belga”. Lo concreto resultó que, ni antes ni después, tantos protagonistas habían integrado semejante caos colectivo y, menos todavía, de forma tan temprana.