UNA DÉCADA GANADA EN LA FÓRMULA 1

Se cumplen 10 años de la muerte de Jules Bianchi, el último piloto que perdió la vida por un accidente en una carrera del Campeonato Mundial. Un lapso que marca los avances dados en materia de seguridad con relación a las primeras décadas.

Si como dice el tango, 20 años en la vida no son nada, 10 años sin pilotos muertos en la Fórmula 1 son muchos, aunque el obvio deseo mayoritario es que sean muchos más.

Diez años son los que se cumplen de la muerte de Jules Bianchi, tras esa larga agonía que comenzó con su accidente el 4 de octubre de 2014 en el Gran Premio de Japón, que le provocó serias lesiones cerebrales y terminó con su vida el 17 de julio de 2015 en su Niza natal. Tenía 25 años, 34 Grandes Premios en su haber y, fundamentalmente, un gran futuro que veía muy cercano su pase a Ferrari. Un lugar al que, cuatro años después, llegó Charles Leclerc, su amigo desde la infancia. Su pasión por las carreras la heredó de su padre Mauro y de su tío abuelo Lucien, muerto también sobre un auto de competición, pero en pruebas para las 24 Horas de Le Mans en 1969.

Una década transcurrió de aquella ingrata noticia de la muerte de Bianchi, y pudieron haber sido muchos más años si en aquella carrera en Suzuka no hubiesen coincidido una serie de decisiones equivocadas. Para empezar, la largada de la carrera, presionada por los tiempos televisivos, pese a los pronósticos que indicaban para ese momento la llegada del tifón Phanfone. Para seguir, la única advertencia de banderas amarillas mientras una grúa rescataba al despistado Sauber del alemán Adrian Sutil. Y para terminar, la fatalidad y un grado de temeridad de Bianchi en la conducción bajo la lluvia, que lo llevó a salirse de pista e impactar contra la grúa, con sus trágicas consecuencias.

De no haberse reunido estas circunstancias, este período de una década sin tragedias en la Fórmula 1 que destacamos pudo ser mayor, recordando que el anterior hito trágico al de Bianchi databa del 1 de mayo de 1994, con la muerte de Ayrton Senna en Imola. Veintiún años antes.

Precisamente, el accidente del recordado brasileño marcó un antes y un después en el tratamiento de las medidas de seguridad en la Fórmula 1. Haber afectado al mejor piloto del momento movilizó acciones y trabajos para reforzarlas y aumentarlas no solo en los autos, sino también en los circuitos, equipamientos, asistencia médica y todo lo que tenía que ver con la carrera. Desde su lugar de presidente de la FIA, Max Mosley fue uno de los grandes impulsores.

Algunas modificaciones fueron resistidas inicialmente por pilotos y equipos, pero con sus probados resultados terminaron imponiéndose sin más discusiones. Patético ejemplo es el HALO, el arco de seguridad que, en la parte anterior del habitáculo, protege la cabeza de los pilotos. Desde su implementación en 2018 salvó, entre otros, las vidas de Romain Grosjean (Baréin 2020), Lewis Hamilton (Italia 2021), Guanyu Zhou (Gran Bretaña 2022) y Yuki Tsunoda (Imola 2025).

Sin ser para celebrar, porque involucra tragedias, por lo menos es para destacar esta década sin muertes en carreras de Fórmula 1. Recordando lo frecuentes que eran en las primeras cuatro décadas del Mundial, muestra todo lo que se progresó en esa carrera sin fin que es la búsqueda de mayor seguridad.

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