No es novedad la ultra competitividad que desbordan quienes integran la Fórmula 1. Una situación que se ha agudizado a partir de los 70′ cuando el profesionalismo y el dinero empezaron a ganar terreno. Esa competitividad no sólo se da entre rivales de diferentes equipos sino que generalmente se traslada a quienes son compañero. En los últimos años, también se ha apoderado de las distintas Academias de Pilotos, ese lugar donde los diferentes equipos van formando y preparando sus futuros campeones. Allí esa ultra competitividad empieza a vislumbrarse entre los ambiciosos jóvenes que luchan por el mismo objetivo, que suele ser único. Por eso la competencia es cruel y mucha, y se nota hasta en los mínimos detalles. Pechito López recordaba de su época en la Academia de Renault, el sentido confrontativo de Heiki Kovalainen, otro de los integrantes del Programa. Era tan fuerte que hasta competía en ver quien llegaba más temprano al desayuno.
Esa competencia se intensifica a medida que se acercan al destino común, que no es otro que tener la oportunidad de subirse a un Fórmula 1 para una prueba o un Gran Premio. El trato se hace más frío y distante, Alpine vive esa situación entre Franco Colapinto y Paul Aron, quienes van alternándose como piloto de reserva. Franco lo fue en Australia y China. El estonio lo hará el fin de semana en Bahréin. Colapinto tiene a su favor la experiencia de los 9 Grandes Premios corridos el año pasado con Williams, un buen respaldo económico y una supuesta preferencia del jefe Flavio Briatore. Esto no achica a Aron y menos frente a la gran rivalidad que mantiene con Franco desde la carrera de Fórmula 2 que el argentino le ganó el año pasado en Imola con un ajustado sobrepaso en la vuelta final. Esto no le agradó al estonio, quien por eso dice estar dispuesto a luchar con todo y a no regalar nada para hacerse un lugar en la Fórmula 1.
“Me comunico e intercactuo con Colapinto y los otros pilotos pero no tengo amistad…”, aclara el estonio con un cabal sentido de la realidad que complementa al explicar que “los pilotos titulares saben que nosotros como suplentes queremos sus butacas y por otra parte entre nosotros, como suplentes, sabemos que queremos ser los siguientes en tomar la próxima butaca que dejen disponible”. Una reflexión que Paul remata con un terminante “no es un secreto que en el automovilismo no hay lugar para la amistad entre los pilotos”. Dura, pero real..