El buen recuerdo es el que prevalece entre los argentinos al mencionar el circuito de Nürburgring, especialmente la versión antigua del trazado alemán: la más extensa y riesgosa, pero la más exigente y atractiva. Surgen en la memoria el brillante e irrepetible triunfo de Juan Manuel Fangio, aquel 4 de agosto de 1957, que lo convirtió en quíntuple campeón mundial; la exitosa Misión Argentina con los Torino en agosto de 1969; y la victoria de Carlos Alberto Reutemann el 3 de agosto de 1975.
Frente estas alegrías y algunas más se contrapone una gran y particular tristeza. Es la muerte de Onofre Marimón en los entrenamientos del Gran Premio de Alemania 1954. Una desgracia colocó al argentino como la triste referencia de ser el primer piloto muerto durante una jornada oficial del Campeonato Mundial de Fórmula 1. Las objeciones de los puntillosos recordando que los estadounidenses Chet Miller y Carl Scarborough murieron en 1953 en Indianápolis, tienen sus respuestas. Miller se mató en ensayos no oficiales, dos semanas antes de las 500 Millas, que por entonces formaban parte del calendario de la Fórmula 1, aunque casi sin participación de los habituales pilotos del Mundial. Curioso fue lo de Scarborough, fallecido horas después de la competencia, por una insolación tras haber sido relevado por Bob Scott, que llegó decimosegundo.
Volviendo a Marimón, conocido como Pinocho, atravesaba un buen momento deportivo aquel 31 de julio de hace 71 años. Llegaba a Nürburgring entonado anímicamente por su tercer puesto en el Gran Premio de Gran Bretaña, pero también con la preocupación de ver compartiendo el equipo Maserati a un ascendente Stirling Moss. Con la intuición que lo caracterizaba, Juan Manuel Fangio percibió esa ansiedad de su amigo Marimón. Por eso, la noche anterior a la clasificación alemana, le aconsejó a Onofre: “Salí detrás de mí, que te voy a ir marcando los puntos clave del circuito”.
La obsesión por su rivalidad con Moss, potenciada por el buen tiempo logrado por el inglés en los primeros minutos, pudo más que el consejo del Chueco. Sin tenerlo en cuenta, Marimón salió con todo a la pista con su Maserati 250F. Su enloquecido andar le pasó una alta factura. Al llegar a la zona de Werkseife, encaró en cuarta marcha un sector que se transitaba en tercera. El desesperado frenaje no impidió el despiste. No eran tiempos de guardarails y mucho menos de vallas de contención: el auto traspasó el cerco de ligustros, cayó en un barranco y tras chocar contra un árbol, volcó. Marimón fue rescatado con graves heridas en el tórax y las vértebras cervicales. Murió casi en el acto. Tenía 29 años.
El accidente conmocionó al grupo de argentinos que estaba en Nürburgring y que incluía familiares y amigos de los pilotos. Entre ellos, se contaba Domingo Marimón, padre de Onofre y ganador en 1948 de la famosa Buenos Aires-Caracas de Turismo Carretera. Hasta el final de sus días, reconoció que nunca pudo superar el impacto emocional de la muerte de Onofre. Eran años en que las muertes no detenían las carreras. Por eso hubo Gran Premio, Fangio lo ganó y lo dedicó a la memoria de Marimón con un “hemos ganado Pinocho“, descargado al cruzar vencedor la meta sobre el Mercedes Benz. Más sensible, Froilán Gonzalez aguantó 15 vueltas y le entregó la Ferrari a Mike Hawthorn para que la colocara en el segundo puesto final. “Cada vez que pasaba por el lugar del accidente me acordaba de Marimón y lagrimeaba”, reconocía Froilán cuando sin mucho ánimo recordaba aquella triste jornada.
De esta manera, Onofre Marimón anotó el primer nombre en la triste lista de pilotos muertos en jornadas oficiales del Campeonato Mundial de Fórmula 1. Una lista que se incrementó notablemente en las primeras cuatro décadas pero que, por suerte y gracias a los avances en las distintas medidas de seguridad, disminuyó en las últimas tres al punto que en los últimos 30 años sólo incorporó en Japón 2014 el nombre del francés Jules Bianchi.
Por su parte, el extenso y legendario circuito de Nürburgring también inició aquel lejano 31 de julio la serie de accidentes fatales en fechas mundialistas que también le dieron el poco envidiable registro en las estadísticas: ser el circuito con más muertes en jornadas de Grandes. Es que a la muerte de Marimón se sumaron las del inglés Peter Collins en 1958, el conde holandés Carol Godin de Beaufort, el británico John Taylor (1966) y el alemán Gerhard Mitter, en este caso sobre un Fórmula 2, categoría que por esos años compartía, solamente en Nürburgring, la pista con los autos de la Fórmula 1.
Pudo haber un nombre más en esa lista negra. Niki Lauda estuvo muy cerca de integrarla. En cambio, el austríaco ingresó en la de las leyendas al sobrevivir y recuperarse milagrosamente de las terrible heridas y quemaduras sufridas en su accidente del 1 de agosto de 1976 sobre la Ferrari. Paradójicamente, sin ser mortal, resultó el más famoso en la historia del Nürburgring y el que puso fin a las dudas y cerró definitivamente las presencias de los Grandes Premios. Pese a todos estos recuerdos no muy agradables, se lo extraña.