La imagen de los héroes de la Fórmula 1 bailando sobre el asfalto mojado, una estampa clásica de épica y destreza, se desvanece en la era moderna. Grandes Premios como el de Bélgica en 2021 y las constantes interrupciones bajo la lluvia en la temporada 2025 han puesto de manifiesto una cruda realidad: los actuales coches de F1 tienen serios problemas para competir en condiciones de lluvia intensa.
Efectivamente, el fantasma de 2021 sobrevoló por el circuito de Spa horas antes de la salida del GP. Nuevamente, las condiciones atmosféricas condicionaron la carrera con un retraso de casi una hora y media y una largada detrás del safety car, creando los consiguientes debates sobre si no era necesario esperar tanto tiempo.
Este debate tiene dos frentes, el tecnológico y el político. Es cierto que los monoplazas a efecto suelo, por sus características, que analizaremos, complican la conducción en lluvia, básicamente por la cantidad de spray que generan, dificultando la visibilidad. Pero también la filosofía de la FIA es excesivamente conservadora por razones de seguridad, que siempre tiene que ser un tema prioritario, pero sin exagerar. El automovilismo de competición siempre será un deporte de riesgo. El domingo podía haber empezado la carrera antes, cuando ya lucía el sol en los bosques de las Ardenas, como manifestó posteriormente Verstappen.
De hecho, hay una cierta hipocresía entre los mismos pilotos. Mientras los que llevaban reglajes de seco preferían esperar, alegando que era peligroso correr, los que habían elegido reglajes de lluvia manifestaban que la pista estaba en condiciones.
Desde el punto de vista tecnológico, tenemos que buscar al principal culpable en una combinación de factores tecnológicos que, irónicamente, buscan el máximo rendimiento. La nueva generación de monoplazas introducida en 2022, con su regreso al efecto suelo, ha transformado la aerodinámica. Si bien esta filosofía de diseño aumenta la carga aerodinámica, en mojado se convierte en un arma de doble filo.
Los túneles Venturi bajo el coche no solo succionan el aire para pegarlo al asfalto, sino que también levantan una cantidad ingente de agua, lanzándola al aire en forma de un espeso spray. Es el enorme difusor más decisivo que el agua que desalojan los neumáticos, porque este spray se expande por el centro del monoplaza, perjudicando aún más la visibilidad.
Este fenómeno se ve agravado por los neumáticos de lluvia extrema de Pirelli. Diseñados para ser increíblemente eficientes, son capaces de evacuar hasta 85 litros de agua por segundo a 300 km/h. Si bien esto es crucial para evitar el aquaplaning, la consecuencia directa es una cortina de agua prácticamente impenetrable para los pilotos que vienen detrás.
La visibilidad se ha convertido en el factor limitante y la principal preocupación para la seguridad. La mayoría de pilotos han expresado su frustración y preocupación, reconociendo que con los coches actuales es «peligroso» y «casi imposible» disputar una carrera completa bajo una lluvia intensa. La situación es tan crítica que los pilotos a menudo conducen a ciegas, guiándose únicamente por las luces rojas intermitentes del coche de delante y las referencias del entorno.
La Federación Internacional del Automóvil (FIA) se encuentra en una encrucijada. Su compromiso inquebrantable con la seguridad, un pilar fundamental de la F1 moderna, choca con el deseo de los aficionados de ver carreras emocionantes en cualquier condición. Se han probado soluciones, como guardabarros o «kits de lluvia», para intentar mitigar el spray, pero hasta ahora sin un éxito significativo.
El resultado es un patrón que se repite con frustrante regularidad: banderas rojas, largos periodos detrás del coche de seguridad y una espera a que la pista se seque lo suficiente como para usar los neumáticos intermedios, que generan menos spray. Esto ha llevado a una paradoja: los neumáticos de lluvia extrema, diseñados para las peores condiciones, rara vez se utilizan en una situación de carrera real porque las condiciones que requerirían su uso son consideradas demasiado peligrosas para competir.
Mientras la F1 busca soluciones, con la esperanza de que el nuevo reglamento técnico de 2026 pueda ofrecer una mejora; de hecho, desaparece el efecto suelo y el difusor será de menor tamaño, el debate continúa. La nostalgia recuerda las hazañas de leyendas como Ayrton Senna o Michael Schumacher bajo diluvios, pero la realidad es que los coches y los estándares de seguridad han cambiado drásticamente.
La F1 moderna, en su búsqueda incesante de la velocidad y la eficiencia, ha creado sin querer un coche que es alérgico a uno de los condimentos más legendarios del automovilismo: la lluvia.