Hubo otro Enzo italiano en el automovilismo internacional. No tuvo ni la trascendencia, ni los logros, ni la vigencia del Commendatore de Maranello, pero aportó lo suyo para que surja su recuerdo al conocerse la noticia de su muerte a los 86 años. Un recuerdo que también lleva Miguel Angel Guerra.
«Humanamente, tengo un buen recuerdo de Osella, porque era un gran tipo, familiero», cuenta Guerra sobre Enzo Osella, que rápidamente, tras un breve paso como pilotos y navegante, entendió que su papel en el automovilismo deportivo era estar al frente de un equipo como director y constructor. Por eso tomó a su cargo la división competición de Abarth, luego de la venta que hizo Fiat. Esta decisión fue la base de sus etapas más exitosas, centradas en los autos Sport y las Trepada, y en menor medida en sus incursiones en la Fórmula Ford y Fórmula 2.
Con este antecedente, la Fórmula 1 estaba ahí, al alcance de la mano, y Osella no resistió la tentación que años más tarde imitaron otros colegas italianos como Minard y Coloni. Así se convirtió en una puerta de ingreso para varios jóvenes, mayoritariamente italianos. Eran otros tiempos de la Fórmula 1, que permitía la incursión de entusiastas y pequeños constructores con ganas ilimitadas, pero con acotados presupuestos. Igual le dieron para adelante y así la Fórmula 1 de los 80 se pobló de autos. Llegó a contabilizar entre 30 y 32 autos, cantidad que obligó no sólo a clasificaciones eliminatorias, sino también preclasificaciones como primera depuración.
En ese contexto, Osella le dio a Guerra la oportunidad de sumarse a la Máxima, que ya por entonces tenía en su plantel a otros dos argentinos: Carlos Alberto Reutemann y Ricardo Zunino. No fue la única opción para Guerra (también hubo gestiones con Copersucar y Tyrrell), pero sí la más accesible en la parte económica.
Lamentablemente, y como era previsible, por la limitación de recursos, los resultados no acompañaron. Guerra no pasó los cortes clasificatorios de 24 autos en Long Beach (27°), Brasil (27°) y hasta en Argentina (25°). «Le agradezco a Osella la chance de correr en la Fórmula 1 pero en la parte técnico no estaba a la altura del nivel de la categoría, porque entre otras cosas no se pudo desarrollar el sistema de la suspensión hidroneumática. Además, Enzo se metía mucho con el trabajo de los ingenieros y era bastante cabeza dura», rememora Miguel, quien en Imola pudo entrar entre los 24 habilitados y, con el modelo FA1B largó el que fue su único Gran Premio.
Duró 400 metros, los que había recorrido antes que, por un toque, posiblemente del March del chileno Eliseo Salazar, se despistó y golpeó contra las vallas de contención. A la amargura del prematuro abandono, se sumó el dolor de una fractura en el tobillo. Ahí se terminó la Fórmula 1 para Guerra.
«Si me hubiese operado tal vez hubiera podido correr enseguida, pero decidimos recuperarnos de otra manera, eso llevó más tiempo y ya no hubo chances de volver” lamenta Guerra al tiempo que reconoce que “todo esto me dolió, pero con el paso del tiempo lo fui aceptando. A Osella sólo lo vi un par de veces y su equipo siguió en la Fórmula 1 (corrió 132 GP sin victorias) hasta 1990. Frente a todo esto, tuve en cuenta que mi madre decía que cada persona tenía su destino. Recordé entonces que Senna también se despistó en Tamburello pero salió para la derecha y se mató, yo salí para la izquierda, y estoy vivo…»