El calvario de Liam Lawson: ¿otro sacrificio en el altar de Red Bull?

Mientras su compañero Max Verstappen lucha por podios y aspira a victorias, a casi un segundo por detrás, el neocelandés se debate entre los últimos. Esta es la “novela” de su dramática situación antes del GP de Japón.

La segunda butaca del equipo Red Bull, un trono históricamente muy inestable junto al indomable Max Verstappen, ha sido durante mucho tiempo un crisol de desesperación, un lugar donde la ambición se transforma en angustia. Lo saben 11 pilotos defenestrados en la comparación, bloqueados en su carrera por la cruel velocidad de Max. Entre ellos, tipos válidos como Carlos Sainz, Daniel Ricciardo, Pierre Gasly y Sergio Pérez.

Y ahora, cuando los motores ya rugen en el comienzo de la temporada 2025, la omnipresente impaciencia del equipo del campeón está apunto de acabar con los sueños de Liam Lawson.

Lawson, se encuentra al borde del precipicio. Es cuestión de horas para que se sepa si le quitan su butaca o le dan un par de carreras más, Japón y Bahrein, para que no caiga.

Inesperadamente, sus resultados de clasificación en Australia y China suenan como un lamento—18º (Australia), 20º (sprint China), 20º (carrera en China). Cada salida a pista ha sido como un latigazo sobre su espíritu, marcándolo como el primer piloto de Red Bull en arrodillarse al final de la parrilla dos veces seguidas. Jamás antes visto.

Sus carreras—abandonó, 14º y 12º. Y en Shanghai, avanzó 4 posiciones gracias a un regalo por descalificaciones y recargos de rivales que le precedía. Nada para consolarse, cuando en promedio se está a 0,880s de Max al cabo de 3 pruebas de clasificación. Una eternidad. Nada que ver con lo que mostraba el año pasado en Racing Bulls donde igualaba y a veces superaba a un muy recuperado en velocidad y consistencia Yuki Tsunoda.

El chico que soñaba con la gloria ahora confiesa, con la voz temblando, que la lucha lo desgasta más de lo que jamás temió. Y, honesto, reconoce sus errores. Llega a decir que si no mejora su rendimiento no pretende él quedarse en Red Bull.

Los problemas de Liam crearon la oportunidad para Franco Colapinto, cuyo nombre está firme sobre la mesa porque se ha sabido que hay consultas-negociaciones entre Red Bull y Alpine para un posible “préstamo” del argentino al entorno de los toros rojos.

Christian Horner, el patrón de hierro del equipo, casi siempre moderado, no ocultaba la situación, pero sobre Liam decía: «Tenemos datos», declaró, «400 ingenieros y 600 sensores, muchos números por interpretar».

“Pero… ¿correrá Liam en Suzuka?» La mirada de Horner cuando anochecía el domingo en Shanghai, fluctuó. Su respuesta, un anzuelo al vacío: «Tenemos una responsabilidad con él… pero ya veremos».

Se supone que los del equipo saben más pero, sin embargo, se equivocan.

Lawson no es el primero en tambalearse a la sombra de Verstappen. Los archivos de la saga de Red Bull, cantan una letanía de hombres rotos. Pierre Gasly, otro prodigio, llegó en 2019 con una sonrisa y se fue como un fantasma, tras 12 carreras. Alex Albon tuvo dos podios, sí, pero a un abismo de 104 puntos detrás de Max. Lo descartaron como a un cartucho de escopeta. Sergio Pérez, el superviviente mexicano, se aferró como pudo, con cinco victorias, raros destellos en un mar de segundos puestos y un hundimiento en 2024. Con su alma a jirones por el dominio del campeón holandés. Daniel Ricciardo, el último en prosperar junto a Verstappen, huyó en 2018. Lo echaron en 2018, lo rescataron en 2023 para Racing Bulls (entonces Alpha Tauri), pero era tarde. Fue a Ricciardo a quien reemplazó Lawson al promediar la temporada 2024, llevando en el bolsillo de su traje ignifugo sus sueños y un interesante potencial.

En total, hubo 11 guerreros de la velocidad en el entorno Red Bull, víctimas de un coche siempre esculpido a los usos y costumbres de un único dios, Max.

Si la última hebra del hilo de Lawson se rompe, el japonés Yuki Tsunoda, aguarda entre bastidores, cual ave Fénix, renacido después de haber perdido ante Lawson en la elección que hizo el equipo para acompañar a Verstappen a finales de 2024. En China, Helmut Marko, el polémico y cruel oráculo de los pilotos de Red Bull, lo ungió de nuevo: «Yuki está en la mejor forma de su vida—maduro, transformado».

La voz de Verstappen, fría como el acero, corta: «El coche de Racing Bulls es más amable. El nuestro es una bestia diferente». El corazón de Tsunoda, palpitando de orgullo, podría aún hacerse añicos contra ese marco implacable.

En horas se sabrá, pero lanzar a Yuki con su oscilante psicología a debutar con Red Bull en Suzuka es muy arriesgado. La solución Colapinto no estaría lista a tiempo y además tiene sus complicaciones políticas financieras.

El relato permanece irresoluto, un tapiz de ambición y pavor. Verstappen está en Milton Keynes esta semana, su mandíbula tensa, exigiendo que el RB21 se doble a su voluntad una vez más que sea más dócil, no tan rebelde pasando de la minima subvirancia a la exagerada sobrevirancia en cuando se quiere acelerar en curva.

Los ojos de Lawson escudriñan el horizonte, el pulso de Tsunoda se acelera, la sombra de Colapinto se cierne. La temporada de Red Bull ya está en crisis por la falta de puntos del segundo piloto. Ahí se escapan por un cronómetro lento millones de dólares. Hay que elegir: rescatar al atribulado Lawson o apostar por el ascenso del reforzado Yuki y la incorporación a Racing Bulls del rítmico Colapinto.