No cualquiera llega a los 95 años. Tampoco cualquiera tiene la activa vida que ha tenido Bernie Ecclestone. El mismo que, pequeño sólo en estatura, levantó a fines de los 60 a una alicaída Fórmula 1 y se transformó, durante décadas, en su amo y señor, para darle gran parte de la enorme dimensión y trascendencia que tiene actualmente. El mismo que comenzó como un simple vendedor de autos en Londres y llegó a poseer una de las mayores fortunas de Gran Bretaña.
«Nunca fui tan feliz como ahora. Mi mayor deseo se ha cumplido, ya que ahora puedo hablar con mi hijo Ace y mi esposa Fabiana», reconoce Bernie, quien, después de dar varias vueltas al mundo con sus múltiples viajes de trabajo, reside actualmente con su familia en una granja de Amparo, en las cercanías de San Pablo.
«Tomo mucha leche y jugos de frutas, y evito el alcohol», cuenta sobre su receta para mantener una buena salud, que, como es lógico, a su edad igual tiene algunos achaques. «Tengo más dolores que antes y, por eso, se ha multiplicado la cantidad de pastillas que tomo», cuenta, quien en 1972, como director del equipo Brabham, fue el primer jefe de Carlos Alberto Reutemann en el Campeonato Mundial de Fórmula 1. Anteriormente, había sido manager de Jochen Rindt hasta su muerte, en 1970, que lo convirtió en el primer y único campeón mundial postmortem de la Fórmula 1.
Ecclestone ha vivido muchos años más y, cumplido ahora el hito de los 95, el objetivo es llegar a los 100. Consultado sobre esta posibilidad, Ecclestone fue realista como siempre.
«No pienso en eso, porque a mi edad ya no se cuentan los años», responde con una sonrisa.
Vamos, Bernie. Llegar a los 100 años es lo que te falta para cerrar una vida de película.





