¿Disputó Charles Leclerc parte del Gran Premio de Hungría con el chasis de su Ferrari demasiado bajo, lo que hubiese desgastado la plancha inferior y propiciado su desclasificación?
¿Fue esa la razón por la que en su segunda parada le montaron al monegasco neumáticos con más presión y el chasis se hizo inconducible?
Eso es lo que sospecha George Russell, el piloto de Mercedes que mantuvo con él una fuerte batalla con discutibles frenadas por parte del monegasco para no dejar que el Mercedes le adelantara. Esta es la historia:
En una temporada donde McLaren domina con la elegancia de un ballet naranja, cualquier oportunidad de victoria se vuelve más preciosa que los diamantes del Príncipe Alberto Mónaco. Para el equipo Papaya, todo lo que no sea un 1-2 se considera prácticamente una catástrofe, mientras el resto lucha por las migajas como palomas en la plaza de San Marcos de Venecia.
Charles Leclerc tenía todo servido en bandeja de plata el sábado. Una vuelta perfecta en Q3 le dio la pole position – la primera del año para él y Ferrari. Hungría, como Mónaco, es uno de esos circuitos donde salir primero vale más que todas las estrategias del mundo.
La carrera comenzó como un cuento de hadas: Leclerc mantuvo el liderato, Norris se quedó atascado detrás de Russell como turista en hora punta, y Piastri emergía como el único rival serio del monegasco. En la vuelta 19, el australiano intentó el “undercut” clásico, pero Charles respondió inmediatamente y mantuvo la ventaja. Todo perfecto… hasta que Ferrari decidió hacer de Ferrari.
Resulta que los ingenieros de Maranello estaban nerviosos por el desgaste más allá de lo reglamentario de la plancha inferior que puede rozar el pavimento del SF-25. Recordando la descalificación de Hamilton en China por este mismo motivo, cuando Leclerc hizo su segunda parada decidieron aumentar la presión de los neumáticos para el “stint” final. Fue una preventiva que convirtió el Ferrari de Leclerc en una tortuga de carreras.
Con presión excesiva la banda de rodamiento se sobrecalienta y pierde adherencia de una manera brutal.
El resultado fue catastrófico: Leclerc pasó a ser 1.4 segundos más lento por vuelta que Piastri, que le perseguía. Así le pasó el australiano de McLaren y George Russell con adelantamientos que parecían más fáciles que quitar un caramelo a un niño. Para colmo, habían los Ferrari estado corriendo con menos potencia desde el inicio para evitar por velocidad (que no se necesitaba) alguna décima de milímetro de compresión en la suspensión.
La ironía cruel es que todo esto podría haberse evitado con mejor comunicación. Leclerc afirmó que podría haber adaptado su estilo de conducción, frenando antes y siendo más cuidadoso en las zonas críticas. Pero Ferrari, en su infinita sabiduría, decidió no confiar en su piloto estrella y manejarlo con guantes de seda.
El desastre se completó con Hamilton sumando exactamente cero puntos, demostrando que cuando Ferrari decide hacerse daño, lo hace de manera integral. Mientras tanto, McLaren sigue riéndose camino al título, viendo cómo el Cavallino Rampante tropieza con sus propias patas una vez más.
Comentando el caso con los periodistas, Russell concluía: “Claro que él (Leclerc) no nos va a contar lo cerca que estaban de ser ilegales”.