BUENOS Y MALOS RECUERDOS DE ARGENTINOS QUE CORRIERON EN IMOLA

Carlos Alberto Reutemann es el argentino más exitoso de los que sobre un Fórmula 1 corrieron en el circuito italiano. Nunca se bajó del podio. En cambio, no resultaron buenas las experiencias de Miguel Ángel Guerra y Gastón Mazzacane.

Distintas sensaciones se mezclan en la mayoría de los tuercas argentinos al recordar los pasos de la Fórmula 1 por el circuito de Imola. Hay una generalizada y coincidente sensación de tristeza ante la mención de este nombre que automáticamente provoca el recuerdo de las muertes de Ayrton Senna y Roland Ratzemberger en aquel triste fin de semana de hace 31 años.

Ya específicamente con relación a las presencias argentina en el Autódromo Enzo y Dino Ferrari, verdadero nombre del escenario, esas sensaciones son encontradas entre las alegres y frustrantes. De las primeras hubo un gran responsable: Carlos Alberto Reutemann. Nunca se bajó del podio en las tres competencias que disputó en Imola. Sobre el Lotus, terminó segundo de Niki Lauda en la primera en 1979, en una carrera sin puntaje realizada para festejar el titulo logrado una semana antes por Ferrari. Ya en fecha puntuables y con el Williams, fue tercero en 1980 en la única edición del Gran Premio de Italia realizada en Imola por estar en reformas Monza para dotarlo de mejoras en la seguridad, luego de la trágica carrera de 1978, y repitió al año siguiente cuando con el regreso de Monza al calendario mundialista, la cita en Imola tomó el nombre de Gran Premio de San Marino.

Precisamente de esa carrera de 1981 surge uno de los recuerdos amargos que tienen los argentinos de Imola. Es por el accidente de Miguel Ángel Guerra, despistado con su Osella FA1B en la vuelta inicial por un toque recibido del March 811 del chileno Eliseo Salazar. Era el primer Gran Premio que largaba el argentino tras haber quedado eliminado en las pruebas clasificatorias de Long Beach, Brasil y Argentina, una situación que había despertado la preocupación de sus allegados. Como consecuencia del impacto, Guerra sufrió la fractura en un tobillo y, si bien se recuperó y siguió corriendo en otras categorías, allí con apenas 400 metros recorridos terminó su breve paso por la Fórmula 1.

Hubo luego un par de aisladas incursiones de otros argentinos. Oscar Larrauri no pasó de la preclasificación en 1988, al quedar 27° entre 26 con el modesto EutoBrun 188. Eran años en los que la Fórmula 1 reunía 30 autos y obligaba a cortes preclasificatorios. Una década después, ya sin esos escollos, le fue mejor a Esteban Tuero con el Minardi M198. Su octavo puesto, tras clasificar 19° entre 22 autos, constituyó su mejor resultado en las 16 carreras que corrió esa temporada antes de repentinamente anunciar su retiro de la Fórmula 1 por motivos que nunca fueron explicados con claridad.

Un poco más reciente es la otra situación que dejó a los argentinos un recuerdo poco agradable de Imola. Sin ser tan dramática como la de Guerra, tuvo su consecuencia con el transcurrir del tiempo. La vivió Gastón Mazzacane el 15 de abril de 2001 en su segunda participación en Imola tras haber terminado 13° el año anterior sobre un Minardi M02. Esa vez con el Prost AP04 no llegó al final y abandonó por un problema en el motor. Lo más triste vino después con el inmediato alejamiento de Mazzacane de la categoría y el bache de 23 años que se abrió sin un argentino en el Mundial.

Franco Colapinto cerró ese bache el año pasado y es la esperanza futura de los argentinos con este regreso con Alpine en Imola, un circuito que lo vió como reiterado ganador en las categorías promocionales. Es abusivo y desubicado pedirle que repita los podios de Reutemann. Resulta más atinado esperar que en principio termine la carrera, y si es posible, sume algún puntito.