En el año 1994 mi actividad profesional se dividía entre el sector editorial y las colaboraciones periodísticas. Editaba libros de automoción para profesionales y también de temas relacionados con el deporte del motor. Durante muchos años fui el editor del único anuario de F1 que se publicaba en español. Otro libro que me llena de orgullo recordar es la publicación de la biografía de Carlos Reutemann, escrita por el inolvidable Alfredo Parga.
A nivel periodístico, colaboraba con un diario portugués en donde escribía notas relacionadas con la F1 y normalmente asistía cada temporada a las carreras que se disputaban en el sur de Europa: España, Mónaco, Italia, Francia y San Marino, Gran Premio que por su proximidad se disputaba en el Circuito de Imola.
Cubrir la carrera en Imola era un verdadero placer. El circuito enclavado a orillas del río Santerno, rodeado de verdes colinas y con curvas de nombres míticos: Tamburello, Tossa, Aqua Minerale, Rivazza y repleto de tifosis creaban una atmósfera inimitable.
El viernes, primer día de entrenaminetos libres, amaneció radiante. Miles de aficionados portando banderas rojas con el emblema del Cavallino Rampante ocupaban de buena mañana las tribunas y prados del circuito emiliano.
Sin embargo, un espectacular accidente que pudo tener graves consecuencias, dio el primer aviso de lo que sería uno de los fines de semana más infaustos del automovilismo moderno. El Jordan de Rubens Barrichello salió volando hacía la barrera de neumáticos de protección, en la curva anterior a la chicane, que daba paso a la recta de llegada. Afortunadamente, el piloto brasileño salió indemne, aunque no obtuvo el permiso para correr el Gran Premio. Al día siguiente Rubens apareció en el circuito para alivio de todos y especialmente de su compatriota Senna, que se mostró muy preocupado por lo sucedido.
El sábado y en los libres 3 perdía la vida el piloto austríaco Roland Ratzenberger. Una rotura de su alerón delantero provocó que se estrellará en la curva Villeneuve. Estaba siguiendo el entreno por la TV de la sala de prensa. Cuando el Simtek se detuvo, después de rebotar contra el muro exterior de la curva, el movimiento del casco del desafortunado austríaco apoyándose en el lateral del habitáculo hacía presagiar lo peor. Un par de horas más tarde, Martin Whitaker, por aquel entonces Jefe de Comunicación de la FIA, anunciaba el fallecimiento de Roland.
La conmoción fue enorme, tanto en la sala de prensa como en el paddock. Desde 1986 no se registraba un accidente mortal en F1. Fue en el circuito Paul Ricard en Francia. La víctima era el piloto italiano de Brabham Elio de Angelis, que perdió la vida durante unos entrenos privados. Habían pasado nueve años desde este suceso.
Uno de los pilotos más afectados por la muerte de Ratzenberger fue Ayrton. Incluso llegó a plantearse no correr el Gran Premio. Estaba muy afectado comentó el profesor Sid Watkins, el médico de la FIA y gran amigo del brasileño. Durante este sábado, pude cruzarme en varias ocasiones con Senna. Su rostro mostraba un rictus entre la preocupación y la tristeza.
El domingo se respiraba una gran atmósfera de carreras, a pesar de lamentar la desaparición del infortunado austríaco. Pero en el paddock había un piloto todavía muy afectado por todo lo sucedido el sábado, era el tricampeón brasileño.
La última imagen, fuera de un habitáculo y sin casco, que conservo de Ayrton es el domingo entre dos camiones conversando con Niki Lauda, probablemente hablando de la seguridad en la F1. La mente de Ayrton no estaba en la carrera que se iba a celebrar en pocas horas.
Más tarde el caos. En la salida, el Lotus de Pedro Lamy golpea el Banetton de J.J. Lehto, que se queda parado en la salida. Lamy ileso, Lehto con problemas en las vertebras que le impedirán continuar su carrera como piloto de F1. Salida del safety car. Poco después en Tamburello pierde la vida uno de los mejores pilotos de los tiempos. La rotura de la columna de dirección, modificada por Williams a petición de Senna para lograr más espacio en el habitáculo, cede. Pero esto ya es otra historia.
Acaba una carrera que tendría que haber sido suspendida. Desde un primer momento, desde la sala de prensa y a pesar que no hay comunicación oficial, el ambiente es de pesimismo total.
Voy al paddock, rostros tristes, preocupación, un silencio que hiela la sangre y la confirmación… un periodista brasileño muy cercano a Senna llorando entre dos camiones. Entonces lo supe, Ayrton había muerto.
No olvidaré nunca aquel fin de semana, afortunadamente la experiencia no cayó en saco roto. Las muertes de Ratzenberger y Ayrton abrieron el camino para mejorar la seguridad en la F1. Sus sacrificios no fueron en vano.