50 años del primer título de Niki Lauda

Este fin de semana en Monza se vivirá una efeméride histórica: el 50 aniversario de la consecución del primer título de campeón del mundo de F1 de Niki Lauda, al volante de un Ferrari, en el mítico circuito italiano.

En 1973, Enzo Ferrari incorporó a sus filas a un joven y prometedor piloto austríaco que el año anterior había competido con un BRM al lado del suizo Clay Regazzoni. Este regresaba a Ferrari después de ser piloto de la escudería durante los años 1970, 71 y 72. Clay fue compañero de Lauda en la escudería británica y recomendó a Ferrari el fichaje de Niki, a pesar de que este no había ganado nada todavía.

Solo llegar a Maranello, Lauda demostró una de sus grandes cualidades: la capacidad de trabajo y puesta a punto. Las primeras pruebas con el Ferrari 312 B3 no fueron satisfactorias. Hay que recordar la famosa anécdota que cuenta el hijo de Ferrari, Piero: “Mi padre asistía a una sesión de pruebas y, cuando Lauda bajó del coche, Enzo le preguntó qué le parecía el auto. Como mi padre no hablaba inglés, yo hice de intérprete y le transmití la pregunta al piloto. Lauda contestó: ‘The car is shit’. Yo no podía darle esta respuesta a Ferrari, pero Lauda insistió. Este era Niki”.

El buen trabajo del equipo en este año de 1973 no tuvo la recompensa final. A pesar de llegar a la última carrera de EE. UU. empatado a puntos con Fittipaldi, Regazzoni no pudo alcanzar el sueño de ser campeón del mundo.

Para 1975, Mauro Forghieri, el genial proyectista italiano, había diseñado un nuevo auto: la 312 T. La “T” era por el cambio transversal. El auto resultó ser una maravilla y la serie T, de 1975 a 1980, dio tres mundiales a Ferrari, y podrían haber sido cuatro sin el accidente de Lauda en Nürburgring.

Lauda llegó líder al GP de Italia, que se disputaba en Monza, con la posibilidad de proclamarse campeón delante de todos los tifosi. Era el 7 de septiembre de 1975, el Gran Premio de Italia en el Templo de la Velocidad fue testigo de un momento histórico en la Fórmula 1: Niki Lauda se coronó, efectivamente, campeón del mundo por primera vez. Este triunfo no solo marcó un hito en la carrera del piloto austríaco, sino que también consolidó a Ferrari como la fuerza dominante en una de las temporadas más emocionantes y competitivas de la historia del automovilismo.

La temporada de 1975 había sido un campo de batalla épico, con varios pilotos luchando por el campeonato. Sin embargo, Niki Lauda, al volante de su Ferrari 312 T, había demostrado una consistencia y una velocidad excepcionales. Antes de Monza, Lauda ya había acumulado una ventaja significativa en puntos gracias a sus victorias en Mónaco, Bélgica, Suecia y Francia, además de varios podios. Su principal rival era el británico Emerson Fittipaldi, que defendía el título con McLaren.

Ferrari, bajo la dirección de Luca Cordero di Montezemolo como director deportivo y con Mauro Forghieri como diseñador, había creado un coche revolucionario. El 312 T se destacaba por su innovadora caja de cambios transversal, que mejoraba la distribución del peso y el manejo, convirtiéndolo en una máquina formidable en manos de Lauda.

El circuito de Monza era el escenario perfecto para un desenlace tan esperado. Con sus largas rectas y chicanes rápidas, exigía tanto potencia como precisión. La afición italiana, apasionada por Ferrari, llenaba las gradas, creando una atmósfera electrizante. La presión sobre Lauda y el equipo Ferrari era inmensa, ya que el campeonato de constructores también estaba en juego, y la Scuderia no había ganado un título de pilotos desde John Surtees en 1964.

Los entrenamientos en Monza fueron intensos. Lauda se mostró rápido desde el principio, marcando tiempos competitivos. Sin embargo, la calificación para el Gran Premio de Italia fue dominada por el compañero de equipo de Lauda, Clay Regazzoni, que logró la pole position. Lauda se clasificó en segundo lugar, asegurando una primera fila totalmente Ferrari. Este resultado no solo demostraba la superioridad del 312 T, sino que también colocaba a ambos pilotos de Ferrari en una posición privilegiada para la carrera.

El domingo, día de la carrera, la tensión era palpable. Lauda necesitaba terminar por delante de Fittipaldi para asegurar el campeonato. La salida fue limpia, con Regazzoni manteniendo la delantera y Lauda siguiéndolo de cerca. La estrategia de Ferrari era clara: los dos pilotos debían trabajar juntos para mantener a raya a sus rivales y asegurar el doblete.

A lo largo de la carrera, Lauda pilotó con una mezcla de agresividad y control. Mantuvo un ritmo constante, gestionando sus neumáticos y el combustible, mientras se mantenía informado sobre la posición de Fittipaldi. El brasileño luchaba por avanzar desde su posición de partida, pero la competencia era feroz y los demás pilotos no le daban tregua.

Finalmente, Clay Regazzoni cruzó la meta en primer lugar, logrando una victoria emotiva para los tifosi. Pero el verdadero protagonista del día fue Niki Lauda, quien terminó en la tercera posición, justo lo que necesitaba para asegurar el título. Al cruzar la línea de meta, Lauda ya era campeón, y la euforia estalló en el box de Ferrari y en las gradas de Monza.

El campeonato de 1975 fue el primero de los tres títulos mundiales de Niki Lauda. Representó la culminación de años de trabajo duro y dedicación, y el inicio de una era dorada para él y para Ferrari. Lauda se ganó el respeto de sus compañeros y de la afición por su inteligencia en la pista, su metódica preparación y su inquebrantable determinación.

 

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La imagen de Niki Lauda celebrando su primer campeonato en Monza se ha convertido en una instantánea icónica de la historia de la Fórmula 1. Fue un momento de pura alegría y triunfo que selló el destino de un piloto legendario y reafirmó el estatus de Ferrari como uno de los equipos más grandes del automovilismo.

De este hito se celebrará el 50 aniversario en Monza. Aunque no ha trascendido nada por el momento, parece, según la prensa italiana, que Ferrari recordará este histórico momento durante el fin de semana.

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